jueves, 3 de junio de 2010

Tecnopato en Estados Unidos - Nueva York

Mucho tiempo ha pasado tras el último viaje de Honorato. Un tiempo de merecido descanso, en el que Honorato ha tenido mucho tiempo para pensar y meditar sobre su vida.

Hace poco, Honorato se encontraba tranquilamente en casa, viendo la tele y se le ocurrió que podía tomarse un cocktail. Inmediatamente llamó a Birria y le dijo que le llevara uno.

H - ¡Birria!, ¡tráeme un cocktail!
B - ¿Un cocktail?
H - Sí, ¿estás sordo, o qué?
B - ¿Pero qué cokatail?
H - ¿Yo qué sé? Un cocktail.
B - Pero, Honorato, hay muchos tipos de cocktail diferentes. Seguro que, te traiga el que te traiga, no te va a gustar.
H – No me extraña, es que ni un cocktail sabes hacer.

Dicho esto, Birria fue al minibar y le preparó un cocktail. 6 partes de whisky, 3 de Martini rosso, 3 gotitas de angostura, una guinda roja y piel de naranja.- ¡Perfecto! -, dijo Birria y se lo llevó a Honorato.

H - ¿Esto qué es?
B - Pruébalo. Es una tradición familiar. En casa siempre lo preparábamos en las ocasiones especiales. Se llama Manhattan.
H – Aaaagggghhhhh. ¿Esto es un Manhattan? Mira, mejor que cojas esa receta y la tires a la basura. Es el peor Manhattan que he probado en mi vida.

Entonces, Birria se fue llorando a su habitación y ahogó sus penas con su cocktail.

Mientras, Honorato, que se quedó con ese regusto a Manhattan en la boca, decidió que su época de descanso había terminado. Que debía hacer un viaje a lo grande y qué mejor sitio que… ¡Nueva York! ¿Dónde, si no, iban a hacer el mejor cocktail Manhattan del mundo?

Enseguida se puso en marcha y compró todo por internet para salir lo antes posible. Preparó todo lo necesario para sobrevivir allá y más tarde, se fue al aeropuerto para coger el avión rumbo a Nueva York.



Cuando llegó allí, todo era espectacular, mejor que en las películas, los rascacielos, los taxis amarillos, los letreros luminosos y la nieve, pues era principios de año y el invierno todavía rondaba por la ciudad. El ambiente era perfecto.

Una vez registrado en el hotel, se dispuso a visitar la ciudad, todos esos lugares tan conocidos por todos.

El primer lugar por el que pasó fue Times Square, el cruce entre la esquina de Broadway y la Séptima Avenida, dónde se encuentran los letreros luminosos.



Luego prosiguió con la ruta, pasó por Central Park, ese maravilloso y gigantesco parque que te traslada fuera del bullicio de la ciudad.




De camino al Empire State Building, se tropezó con la celebración del año nuevo chino. Cientos de chinos festejaban este evento con los típicos dragones serpenteando por las calles.




Honorato prosiguió con su camino y llegó al Empire State, un rascacielos de 443 metros de altura y 102 pisos, absolutamente impresionante. Subió a la azotea y se sacó unas cuantas fotos para dejar constancia.




De regreso al hotel, Honorato pasó ante un bar que le llamó la atención y decidió entrar a tomarse un Manhattan. Nada más probarlo, sintió que era el mejor que había tomado nunca, que no tenía ni comparación con el que le había preparado su amigo Birria.

Al día siguiente, tenía preparada una excursión para ver la Estatua de la Libertad, se subió a un barco y fue hasta Liberty Island, donde disfrutó de la majestuosidad de la Estatua.




Al volver, hizo una visita al famoso Puente de Brooklyn y el Puente de Manhattan y luego debía cruzar toda la ciudad para ir al Zoo del Bronxs, donde se encontraban algunos amigos.




De camino al Zoo, pasó por el famoso Madison Square Garden, así como por los estudios de la NBC, que le resultaron bastante curiosos.



Cuándo llegó al Zoo, fue a visitar a sus amigos y se tomó unas cuantas copas con ellos.



Como ya estaba entonado, fue directamente al bar del día anterior y se pidió unos cuántos cócteles Manhattan, que tanto le habían gustado. Poco a poco, Honorato se iba poniendo cada vez más nervioso, por el ambiente, por estar en Nueva York y por el Manhattan y entonces, de pronto empezó a agitarse compulsivamente y se convirtió en… ¡Tecnopato!

Empezó a bailar como si su vida dependiera de ello, todo el mundo lo seguía. Salió a la calle y una larga conga iba tras él. Cruzaron todo Central Park, no se sabía de dónde salía la música, pero fue algo increíble.

Al día siguiente, Honorato amaneció en un hotel que no era el suyo. Se vistió y salió corriendo de la habitación, pues decidió que era el momento de volver a casa, que por mucho que hiciera no se iba a divertir más de lo que se había divertido el día anterior.

Cuando llegó a casa, fue inmediatamente a ver a Birria, porque le pareció que no había regado las plantas, pero éste le juró hasta la saciedad que sí lo había hecho. Honorato no se quedó muy convencido, pero lo dio por bueno y se fue a dormir un rato, pues el jet lagg lo tenía un poco desconcertado.